Imagen ilustrativa |
Decem novem
Osiris García S.
Chiapas, México.
No es como lo describen.
Lo vi con mis propios ojos, lo juro.
No tengo palabras para describirlo, vi tantas cosas y escuché mil plegarias para que todo aquello terminase.
Soy el mensajero.
No es una puerta, Dante. Es una entrada, tampoco es la única.
Todo es tan… desolador.
Los latidos de mi corazón delataban mi presencia ahí debajo. Yo no lo sabía, pero alguien me vigilaba. Bestias voladoras rondaban por los aires en busca de un alma escandalosa, tenían ojos enormes, pero eran inservibles. Aquella niebla gris les ocultaba la vista, de hecho, a cualquiera. ¿Cómo puede haber niebla allí debajo?
Está oscuro, y frío. Después de adentrarse lo suficiente en el largo pasillo pétreo, los rayos de luz se disipan, la temperatura baja, comienzas a jadear, necesitar aire. No todos pueden entrar, el nexo sólo puede llevar a dos.
El recuerdo permanece en mi mente e insiste en que fue real. Cuando todo comenzaba a nublarse y nuestros jadeos retumbaban en las paredes del pasillo, haciendo eco. Una silueta mimetizada con la oscuridad me sujetó con la mano izquierda y me atrajo hacia él. Tomó del cuello a uno de mis amigos que me acompañaban esa noche, mientras los demás caían al suelo por la falta de oxígeno y por aquella sensación invasora que les causó la presencia de aquel ser.
Murieron en ese momento. Estoy seguro.
¿Existe el soplo de vida? ¿Es aquello que vi abandonando sus cuerpos? Aquel plasma plateado que flotaba irregularmente y resplandecía en medio de la oscuridad había salido de la boca de los muchachos.
Aquel ser manipuló aquello arrullándole con su voz, pronunciando palabras extrañas en otra lengua, atrayéndola hacia él, logró que aquella masa se introdujera dentro de un contenedor con forma de guaje. Todo aquello en cuestión de segundos, al menos para mis ojos.
Aquello no se movía a la misma velocidad que nosotros, como si él fuese ajeno a nuestro entorno, se movía a su propio ritmo, como si pudiera manipular el tiempo a su conveniencia. Mientras yo intentaba alejarme, aquello estiraba su mano hacía mi rostro, mientras todo lo demás avanzaba más lento. Intenté apartarlo con mis puños, pero fue en vano, mi cuerpo reaccionó mil veces más lento a lo acostumbrado y aquello me tomaba por la fuerza nuevamente, arrastrándome hacia él, hacia la oscuridad, de donde había venido.
Y se reía, aquel festejo llegó hasta mis entrañas.
“Dios, ayúdame” pensé.
Dios no se presentó aquella noche.
Dejad toda esperanza los que entráis.
Me gustaría que me compartieras tu opinión, sin duda es un gran proyecto que estoy llevando a cabo y muy pronto subiré el primer capítulo de este cuento que decidí compartirlo con ustedes (Arriesgándome al plagio pero la vida es un riesgo, vívela.)
Espero que lo disfrutes, lector constante.
Echándole huevos,
Ozzy.
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